Annecy (Francia)

Lo bueno de furgonetear es que desarrollas la capacidad de improvisar.
Annecy no estaba planeado, no habíamos buscado nada sobre esta zona.

Una cosa sí que teníamos clara: a mal tiempo, buena cara.
Huir de las nieves alpinas y refugiarnos en el valle.

Annecy se convierte en nuestro refugio por un par de días.
En los que caminar bajo la lluvia no supone impedimento.
Es una ciudad muy cuidada, con muchas flores,
detalles que hacen presagiar que nos vamos a enamorar de este destino.

Está llena de callejones preciosos, de soportales llenos de romanticismo.
Fuimos a conocer el lugar donde están los restos de san Francisco de Sales.

Annecy es conocida como la Venecia francesa.
Considerada una de las localidades más bonitas de Francia,
su casco antiguo está repleto de canales y puentes.
Comodísimo para caminar con niños y carrito.

Todas las fachadas armonizan a la perfección con el entorno de la ciudad.
Se cuidan todos los detalles y el aroma a repostería rodea las callejuelas.

Hay multitud de pastelerías donde degustar sus dulces típicos,
a un precio muy asequible.
Y como golosos que somos, buena cuenta dimos de ellas.

Varias veces a la semana hay mercadillo,
donde puedes comprar alimentos regionales y productos tradicionales.
Los mercadillos es una de las mejores formas de meterte en otras culturas,
comprender tradiciones y conocer de los habitantes de la zona.

Nos llamó mucho la atención el colorido que hay en todo,
como la gran variedad de zanahorias.
Nuestros hijos sólo conocían la naranja de toda la vida, creían que estas las pintaban.

Embutidos de la Alta Saboya,
¡Perfectos para hacernos un buen bocadillo!

Y de postre, uno de los grandes vicios de la familia Pompas: los macarrons.

Y para bajar la comida, seguimos caminando por las calles de Annecy.

Sorprende lo relajante que es para todos ver correr el agua bajo tus pies.
Agua cristalina donde te ves reflejado como si fuera un espejo.

Las casas modernas se mezclan con las antiguas
y armonizan perfectamente con los canales.
Todos los paseos están acompañados por flores.
Da gusto el mimo con el que cuidan su ciudad.

Lo antiguo se mezcla con lo moderno.
En Annecy no todo es historia.
Puedes disfrutar de su catedral con sus rosetones góticos de San Pedro,
sentado en unos modernos bancos ecológicos de una exposición contemporánea.

Hasta los carteles tienen encanto.
En la plaza de nuestra señora, pudimos corretear y merodear por la casa parroquial.

Nos hizo mucha gracia la bicicleta del párroco y su preciosa barandilla.
Annecy está llena de sendas ciclistas y tienes muchos kilómetros para hacer en llano con los niños.

A María le encantó esta cestería.
Había de todo hecho con mimbre por los artesanos de la zona.

Volvemos a los canales.
Las casas con contraventanas de madera y pintadas de varios colores
nos recordaban un poco a una de nuestras películas favoritas: "Sonrisas y lágrimas."

Aquí estábamos junto a uno de los edificios más emblemáticos de Annecy:
el Palacio de la Isla.
Construido en el siglo XII ha sido de todo: palacio, cuartel, cárcel, almacén...
Hoy en día es el Centro de Interpretación de la Arquitectura y Patrimonio de Annecy.
Dicen que es el segundo edificio más fotografiado en Francia, tras la Torre Eiffel.

Junto a la ciudad está el segundo lago glacial más grande de Francia.
Las aguas del Lago de Annecy están consideradas unas de las más limpias del mundo.
En ellas se pueden realizar gran cantidad de deportes naúticos y sobre todo, descansar.

Es una ciudad cargada de romanticismo. 
La disfrutamos con nuestros hijos, pero es un destino precioso para ir en pareja también. 
Y nos ha enamorado tanto que seguro que da igual la estación del año en la que la visitemos
porque cada una tendrá un encanto.

Annecy no estaba programada, como tantas cosas en la vida. 
Pero lo que hemos encontrado, nos ha fascinado.