Alpes de Francia (Suiza e Italia)

Esta foto tan emotiva, fue uno de los momentos más emocionantes de nuestros viajes.
Poder ver una paisaje majestuoso,
donde uno se siente increíblemente pequeño ante la naturaleza.
Nieve en verano, la montaña más alta de la cadena alpina...

La cadena alpina está formada por cantidad de valles, cada uno con su peculiaridad.
Pueblos a cada cual más bonito, tranquilos y rodeados de majestuosas montañas.
Como éste llamado Le Monetier les Bains, cercano a la concurrida localidad de Briancon.

Los valles rompen de vez en cuando en cascadas que saltan por todos los rincones. 

Puedes recorrer carreteras inhóspitas y rutas altas,
atravesando collados a más de 2700m. de altitud,
donde nos llamó la atención la cantidad de ciclistas de todas las edades
que se enfrentaban a puertos míticos del Tour y el afán de superación que demostraban.
Pese al cansancio nos dedicaban una sonrisa cuando les animábamos,
como en la subida a la estación de Alpe D´Huez.

Dejamos atrás Albertville,
y al poco rato nos encontramos con la majestuosa y redondeada figura del Mont Blanc.
Parada para celebrarlo, los niños se quedaron alucinados por la cantidad de nieve que había...
¡En verano!

Y llegamos a Chamonix, cuna del alpinismo.
Lleno de alpinistas que desean coronar el techo alpino
y de excursionistas que quieren ver sus glaciares y subir al teleférico de Aiguille du Midi.
A nosotros se nos iba de presupuesto, pues el billete familiar son unos 190€,
hay que sacarlo con anterioridad y la probabilidad de no ver nada era alta
en estos días por la niebla y el temporal de nieve que hubo.
Aunque ver el macizo desde los 3800m. de altura seguro que merece la pena.

El valle de Chamonix es fascinante para los niños.
Juegan a los colores con todos los parapentes que hay en el cielo,
recogen flores de todo tipo, paseas por lagos, ves glaciares...
E incluso sueñas.
Aquí Santi miraba atento al Mont Blanc y preguntó... ¿Por qué no subimos?
Las actividades en montaña con niños son muy enriquecedoras.
Santi ya está en edad de compartir con papá afición, incluso han compartido varias cumbres. 
Pero también debemos ser responsables con los posibles riesgos
y buscar que la experiencia sea totalmente satisfactoria,
no merece la pena sufrir por cansancio o tener un percance por no haber calculado bien el riesgo. 
Las montañas siempre estarán ahí esperándonos.

Y el gran sueño de papá se cumple.
Es verdad que le habría encantado subir, pero hoy por hoy no es posible.
Quién sabe si algún día padre e hijo abrazarán esta montaña desde lo alto. 
Y es que los sueños, si son compartidos, se hacen más grandes todavía. 

Y nos despedimos de Chamonix rumbo a Suiza.
Todos los caminos son espectaculares.
Nos detuvimos a observar el Dru y papá les contó la historia de un escalador llamado Walter Bonatti
que hizo una de las mayores gestas de la historia del alpinismo.
Él se esforzó al máximo por conseguir un reto que añoraba
y demostró que con esfuerzo e ilusión, lo imposible se hace posible.

Y en nuestro viaje de modo slow life, los niños nos piden pararnos en un río a pegarnos un baño.
Mamá y papá no estaban muy convencidos, sólo había que mirar 500m. más arriba,
donde se veía que el agua provenía directamente del glaciar Mer de Glace
(hasta su lengua se puede acceder en un tren más barato que el teleférico
y que enamora a los niños y mayores)
Pero aun así, en sus gélidas aguas nos pegamos un bañito la mar de divertido.

Y seguimos rodando entre Francia, Suiza e Italia. 
Los pueblos están llenos de vida y de belleza.

Hay flores por todos lados.
Las casas están hechas con mucho mimo
y todos los sitios por donde vamos son cómodos para caminar
y hacer uso del carrito en caso que el peque se canse.

La arquitectura se mezcla fabulosamente con la naturaleza
y el ambiente que se respira por todos lados es increíblemente sano.

Los niños están tan sorprendidos por la belleza de toda la zona
que hasta preguntan que si nos podemos ir a vivir allí. 
Es fabuloso la sencillez con la que los niños son capaces de plantearse la vida
y de adaptarse a cambios que para los adultos nos parecen imposibles.

Hasta esta escuela,
en el último pueblo que hay subiendo al Gran San Bernado tiene un encanto especial.

Y detalles que salen de la propia naturaleza por todos lados.
Está todo lleno de cosas hechas a mano y nosotros, gracias al trabajo de mamá,
estamos muy concienciados de la importancia de la calidad y originalidad de los productos artesanos.

Subiendo al Petit San Bernardo a pasar nuestra última noche alpina entre hayas y castores,
nos vamos despidiendo de esta zona que tantas emociones nos ha regalado.

Y tras una noche mágica observando las Perseidas, dejamos atrás los Alpes,
celebrando el sueño de papá cumplido y nos ponemos rumbo a la frontera.

Volveremos a los Alpes, a subir alguna de sus cumbres, a disfrutar de su naturaleza.
Ha sido una experiencia increíble y enriquecedora.
¡Hasta siempre Mont Blanc!