Córdoba

 Córdoba, la gran ciudad del Califato, 
aquella que fuera la joya de Al Ándalus, 
nos espera con los brazos abiertos.

 Córdoba es conocida por su Mezquita, sus patios, sus callejuelas... 
Tantas cosas, pero a nosotros, lo que más nos gusta es su vida.

Decidimos lanzarnos a conocer la ciudad en patinete. 
Para dejar el coche en las afueras está genial y por el adoquinado, 
despacito para no atropellar a nadie, no se va mal. 

Es increíble el mimo que ponen los cordobeses en su cuidad,
Lo bonito y decorado con plantas que está todo.
Por eso son tan famosos sus patios y sus cruces, que se celebran por mayo.

 Y directos a la mezquita. 
En su Patio de los Naranjos rezaban antiguamente las mujeres.
Y como nos siguió contando Santi, nuestro mayor,
 ha sido reformada y ampliada varias veces porque cada rey quiso dejar su sello en la historia.

 Su interior es un espectáculo de simple belleza, como un niño.
Se contempla la armonía y sencillez, nada ostentoso. Es un lugar mágico.
Y si encima das con que la gente que trabaja en ella es encantadora 
y te guarda los ocho patinetes con una sonrisa, pues de 10.

 Aquí se puso Mateo, que le dio por hacer de guía, para iluminar el camino...
Es genial lo que les encanta a los niños "mandar" dónde se va con un plano.
Así se les hace partícipes y se les da importancia en la excursión.

Mire por donde se mire se observan arcos. 
Éstos, mandados construir por Alhakén II son los que están más elaborados de la mezquita.

 La tenue luz que entra le da todavía más majestuosidad.

Nos perdimos contando columnas y arcos, tarea que acabamos dando por imposible.
Además, pese a haber gente, el espacio es enorme
y se suele respetar un tono de voz aceptable para ser un templo,
hoy es la Catedral de Córdoba.

 Los niños se dieron cuenta de una cosa que generó un dilema...
¿Por qué hay columnas de distinto color?
Los árabes, ya eran expertos en reciclaje, concluimos.

Y continuamos la excursión haciendo una ronda por otro de los atractivos de Córdoba:
sus callejuelas.
En alguna de ellas casi no cabe ni un adulto,
ésta es la calle que de lado a lado mide un pañuelo...

Sus paredes blancas, sus plantas, mantienen estas callejuelas frescas y acogedoras.
Os recomendamos cuatro puntos indispensables que nos encantan de la ciudad:
- Adentrarte en los patios.
- La Calleja de las Flores.
- La Calleja del Pañuelo.
- Comer tortilla en Santos.

Y tras una rica comida en compañía de amigos recordando viejos tiempos
(gracias Jaime por el reencuentro)
y con el estómago lleno de flamenquines, seguimos nuestro periplo.

Ésta se ha convertido en una de las estatuas más representativa de los Patios de Córdoba.

Continuamos con nuestros patinetes,
buscando suelo liso para no despertar a nadie de la siesta.

Cualquier rincón es precioso, como éste, la Calleja de las Flores, 
desde donde se observa la torre de la Catedral.

Y junto a su Alcázar hacemos una parada para jugar.
Vamos ya cansados... ¡Por eso nos ponemos a jugar al pilla-pilla!
¡Cuántas veces pasa eso!

Y es que sólo se es niño una vez. 
Por eso hay que dejarles que jueguen, se caigan, se levanten...
Y aprendan que la vida es como un juego. 
Unas veces te caes, te levantas... ¡Y para adelante! 
Pero ante todo es un juego para disfrutar.

Y en el puente romano, observando la ciudad con nuestros patinetes 
y las dos amigas de María que nos acompañan, 
desde las orillas del río Guadalquivir, 
damos gracias por nuestra andadura cordobesa que hemos vivido
y por todo lo que hemos aprendido. 
Gracias a los cordobeses por todas las sonrisas y buenas palabras regaladas...
Nos quedamos con un piropo de un grupo de gitanas a las faldas de la Catedral:
"¡Mira Chari al payo, tiene más hijos que un gitano!"
En vez de romero casi nos da torrijas...